domingo, 23 de noviembre de 2014

Cuenca..

Ayer viajé a Cuenca, después de tres años.
Tenía muchas ganas de volver, era uno de esos lugares a los que quieres regresar. No porque me acordara de ti, ni porque sienta nada.
Evidentemente, cuando paseaba por sus calles volvieron los recuerdos.
Era algo inevitable...
Las historias que uno vive con intensidad se quedan almacenadas dentro del corazón y nadie puede hacer nada por eliminarlas, digan lo que digan.
Cuando el autobús nos bajaba del ave al centro de la ciudad, pasó por aquel hotel donde nos alojamos.
Mis ojos se dirigieron hacia la puerta. Aún me parecía ver tu coche aparcado ahí. Y a ti, alucinado de toda la escarcha que había en él por las mañanas.
Intenté no pensar, pero ese autobús nos bajaba por las mismas calles que recorrimos de la mano.
Yo miraba a Emilio, que con su leve sonrisa y ajeno a todo eso, me hacía volver a la realidad.
Era nuestro viaje, ese que nunca hicimos cuando salíamos juntos  y que ahora, después de casi un año habíamos decidido hacer.
El es una de esas personas a las que le tengo cariño, después de todo.
En el fondo si necesito algo de él sé que está ahí.
Lo malo de todo esto, es que aún me quiere, y que es tan niño, que a mi no me conviene volver con él. Sería volver a las andadas, y yo ya no quiero sufrir mas.

Fue un día realmente bonito. Me encantó volver a esa ciudad.
Caminamos por donde nosotros lo hicimos,a la orilla del río Huécar.
Nos sentamos en aquellos bancos donde pasábamos las horas muertas hablando y no necesitábamos más..
Aún recuerdo tus conversaciones, todo aquello que me contaste sobre tu matrimonio, tus intimidades mas profundas...
Realmente estabas perdido, muy perdido. Y lo peor, yo te creí.
Es imposible olvidarlo, porque que alguien te diga que ese viaje era el mejor de su vida y que para él era su luna de miel... Eso no se olvida.
Mientras escuchaba el dulce sonido del río, otra de tus frases venían a mi mente...
En esta me decías que me querías más de lo que nunca habías querido. Que ahora sabías realmente lo que era querer a una mujer.
¡Uff, que recuerdos..!
Pero mi viaje tenía que continuar y debía poner los pies en la tierra.
No había ido a Cuenca para pensar en tí, ni mucho menos para recordarte.
Mi viaje consistía en desconectar y pasar un día con un buen amigo.
Con lo cual, de que me descuidé, tenía a Emilio diciéndome que me quería mucho, aunque sabía que yo no me lo iba a creer. Que para él era la mujer perfecta, a no ser por nuestras ideas políticas opuestas.
Todo fueron halagos, intentos de cortejo y a saber...
Yo intentaba reaccionar con lógica. Creo que ya nadie puede hacer que mi corazón vuelva a tambalear..
Pero él insistía una y otra vez.
Decidimos seguir nuestro paseo, tomamos un buen vino, nos hicimos unas fotos,nos reímos mucho y enseguida se hizo la hora de volver.
La parada del autobús que nos llevaba a la estación del ave estaba al lado de aquel restaurante donde cenábamos.
Ese restaurante tan romántico, donde con una copa de vino brindábamos por ti y por mi...
Donde me llegaste a confesar que estabas dispuesto a dejarlo todo, porque conmigo eras feliz.
Allí me contabas la reacción que tendría tu madre cuando se enterara y que estarías dispuesto a seguir adelante...
Y en ese preciso lugar fue donde pillaste aquella tajada con licor de orujo...jaja

Pronto llegó el bus, y en unos minutos nos plantamos en la estación.
Bajamos al andén, hacía mucho frío, un aire insoportable. Parecía que esa era la despedida que me ofrecía aquella ciudad, aquella en la que años atrás fui feliz.
De que me descuidé  Emilio me había abrazado con fuerza para que no tuviera frío y como el que no quiere la cosa me dijo:
"Lola, estamos hechos el uno para el otro, y no queremos darnos cuenta ninguno de los dos"
Yo sonreí, y le ayudé a subir al tren.
Y ahí quedó todo...

 
 




No hay comentarios:

Publicar un comentario