Pensé que quererte era un regalo, cuando la noche cegaba mis pupilas.
Pero tu obstinado amor empedernido sucumbió cuando te dije que te amaba.
Así, de esa manera, al leer aquella carta, te asustaste por miedo a lo prohibido.
Y otra vez recibí este castigo, sin probar el amor de tu mirada…
No hay comentarios:
Publicar un comentario